Cuando la sacamos de la calle, no tenía buen aspecto y temíamos un diagnóstico pésimo. De momento la cosa quedó en positiva a inmuno, anemia y neumonía, que no era poco.
En una radiografía se apreciaba un balín… alguien le había disparado y Alicia habría mitigado ese dolor y ese miedo, sola, en la calle, lugar del que los animales humanos hacen corredores de la muerte para ellos, auténticos infiernos.
En los ojos de Alicia asomaba un sufrimiento acumulado, sus movimientos eran medidos, como no queriendo molestar.
Una persona apostó por Alicia, se ofreció a darle el hogar, la vida y el bienestar que nunca conoció. Iba a venir personalmente a mediados de semana a buscarla para hacer el viaje a casa juntitas e ir susurrándole por el camino, todo lo de bueno que le esperaba…
Alicia ayer empeoró, empezó a respirar muy rápido, estaba con hipotermia y nuevamente fue ingresada. La dura vida en la calle le pasaba esa abultada factura que su mirada presagiaba.
Remontó de momento para volver a desestabilizarse y llega un momento en el que tienes que quererlos tanto que has de dejarlos marchar porque ya han traspasado esa línea de no retorno.
Alicia nos ha dejado y nos ha llenado de lágrimas, de pesar, de rabia… ahora, justo ahora que ibas a ser miembro de una familia comprometida y responsable, justo ahora que te habían preparado un espacio propio, un cuenco propio, un hogar propio.
Sin embargo, siempre se buscan asideros a los que agarrarse para continuar, para que el dolor no paralice y se canalice de manera positiva. Hay que seguir dando luz a esas vidas cuyo único error ha sido nacer en un tiempo donde el maltrato animal se encuentra en las agendas de esos “valientes” particulares que arremeten contra inocentes e indefensos, y donde reluce por dejación de funciones un maltrato animal institucional, tan ausente e ignorado en las agendas políticas de sus responsables para combatirlo.
Nos quedamos, querida Alicia, con haberte podido dar lo mejor de los humanos en el poquito margen que nos ha sido posible.
Hubiéramos deseado llegar antes hasta ti y nos duele que no haya sido así, pero si es duro verte marchar más duro es pensar que lo hubieras hecho sola en un descampado donde no hubieras conocido, aunque brevemente, en tu casa de acogida, el calor frente al frío que ya se ha dejado sentir, la textura de los dedos que acarician, la comodidad de una mantita…
No ha podido ser, cariño, pero en el pequeño hatillo que llevas hay guardado muchísimo amor para este viaje sin retorno y cuando llegues al cielo de los animales no humanos, que es el único cielo que debe existir, brilla, brilla que te veamos, libre de todo dolor y mándanos un ronroneo y sonreiremos.
Un abrazo inmenso a quienes iban a ser su familia L. y B.
Nuestro agradecimiento a quienes habéis hecho un donativo para contribuir con los gastos veterinarios y a quienes os habéis volcado en las redes, como siempre, con tanto cariño.